¿Caíste?… Levántate… Dios hace nuevas todas las cosas…
Mulieris hoy – 03 de febrero de 2021 – “Yo hago nuevas todas las cosas”, nos recuerda el libro del Apocalipsis 21, 5. Y es muy cierto: Nuestro Señor Jesucristo hace nuevas todas las cosas.
Si pecamos, si caemos, si erramos, Él está ahí para levantarnos y hacer de nosotros personas nuevas. Nuevas en la esperanza, nuevas en el amor, nuevas para Dios.
No importa cuán bajo hayas caído; lo importante es levantarse, y si con dolor de corazón vuelves a Dios, Él te recibirá con los brazos abiertos, tal como se narra en la Parábola del Hijo Pródigo, que a mí me gusta llamarla, Parábola del Padre Misericordioso (Lucas 15, 11-32).
Al reconocernos débiles y que la fuerza viene de Dios, Él nos alza, nos abraza, nos perdona, y nos hace personas nuevas, para amarle más. Un primer paso, acercarnos al Sacramento de la Reconciliación.
Haz de mí un corazón puro
Aquí es donde le pedimos a Él como reza el Salmo del Miserere (Salmo 50): “Haz de mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.
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