¿Virgen Consagrada? … y ¿Por qué no?
Mulieris hoy – 27 de noviembre de 2017 – No viven en conventos, no utilizan un hábito y tampoco pertenecen a ninguna congregación religiosa, pero sí se casan místicamente con Jesús, sin abandonar su vida ordinaria. Se trata de las Vírgenes Consagradas, un fenómeno muy antiguo dentro de la Iglesia Católica, que hoy llama de nuevo la atención.
Su origen es tan antiguo que en la Iglesia primitiva no existían las congregaciones religiosas, pero sí lo que se conoce como el “Ordo Virginum” -Orden de las Vírgenes-, que incluso se mencionan en los Hechos de los Apóstoles y en las Cartas del Apóstol San Pablo. Eran mujeres que consagraban totalmente su virginidad a Dios. También desde los orígenes del cristianismo, ya estaba presente el “Ordo Viduarium” -Orden de las Viudas- que como su nombre lo indica, son mujeres que también, tras su viudez, se consagran a Dios y en servicio en la Iglesia.
Con el paso de los años, esta institución quedó en desuso, y casi en el olvido a partir del siglo XIV; pero el Concilio Vaticano II decidió recuperarse, y en los últimos años se ha visto su resurgir al interior de la Iglesia, como ya lo dicen algunas cifras en España, donde hay un centenar de Vírgenes Consagradas, y también en los Estados Unidos, sin mencionar otros países.
Lo cierto es que el Orden de las Vírgenes, no es propiamente una “orden” religiosa como se suele conocer, sino un estado de vida, una vocación particular al interior de la Iglesia. A él pertenecen aquellas mujeres que, con firme propósito de seguir a Cristo de manera más exclusiva, realizan su consagración a través del Obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado. Es decir, las Vírgenes Consagradas celebran desposorios místicos con Jesús y se entregan al servicio de la Iglesia, tal como refiere el Código de Derecho Canónico en el número 604.
Por medio de este rito, como se explica en el Catecismo de la Iglesia Católica (número 923), “la virgen es constituida en persona consagrada como signo trascendente del amor de la Iglesia hacia Cristo, imagen escatotólica de esta Esposa del Cielo y de la vida futura”.
Asimismo, el Orden de las Vírgenes, “sitúa a la mujer que vive en el mundo en el ejercicio de la oración, de la penitencia, del servicio a los hermanos y del trabajo apostólico, según el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una”.
La Vírgenes Consagradas no viven en comunidad, pero sí pueden asociarse, como lo indica el Código de Derecho Canónico, para así “cumplir su propósito con mayor fidelidad y para realizar, mediante la ayuda mutua, el servicio a la Iglesia congruente con su propio estado”.