Confiar en tiempos de incertidumbre …
Mulieris hoy – 08 de abril de 2020 – En estos momentos en que vivimos la Pandemia del Coronavirus, resulta imprescindible que confiemos en aquellos referentes que nos han ayudado y sostenido en las crisis por las que hemos atravesado a lo largo de nuestras vidas. Y estos referentes son la familia, la iglesia, Dios, los amigos… Siguen estando ahí y ahora, tal vez, más que nunca, los necesitamos. Nos habíamos olvidado de ellos, porque, quizás, estábamos viviendo con prisa, o porque nos parecían figuras obsoletas o innecesarias en el mundo de la virtualidad y de la gratificación que nos da el like, la historia de instagram o los efectos de cada red social y estando tan conectados estábamos desconectados de nosotros mismos y de los demás.
Y, ante esta paradoja de conectarnos con lo esencial y desconectarnos de lo superfluo, se nos presentan ahora las preguntas vitales: ¿quién soy?, ¿cuál es el sentido del sufrimiento?, ¿cuáles son mis referentes?, ¿puedo confiar en mí y en los otros? Y con estas preguntas podemos ir reencontrando y redescubriendo que hay referentes que no cambian, que son sólidos y que nos ayudan a enfrentar las tempestades que encontramos en nuestro camino. El amor de la familia ha estado allí y hoy aparece en escena para recordarnos que todos hemos nacido en una y que, por muchas diferencias que tengamos, es y será nuestro pilar seguro.
Estamos ante una realidad sin precedentes que nos obliga a vivir el hoy y el ahora, pero que nos invita a confiar; en nosotros y en los demás. Y confiar es un desafío en estos momentos en el que las certezas del ayer no son las del mañana. Pero nuestros referentes nos ayudan e invitan a confiar, porque solo allí estaremos protegidos. Sabemos que podemos confiar en Dios, que como buen Padre no nos abandona. Sabemos que nos ama con amor eterno y que sabe hasta el número de los cabellos de nuestra cabeza. Confiamos en los que nos aman de verdad y los volvemos a ver con ternura y volvemos a abrazarnos a perdonarnos y a pedir perdón con ellos. Estamos volviendo a conectarnos y a confiar en nosotros mismos; en nuestros recursos interiores y en la posibilidad que tenemos de elegir cómo enfrentar aquello que no podemos controlar. Y, de seguro, tenemos miedo, angustia… pero nos reconocemos acompañados por otros, sostenidos por la Fe y la comunión de los santos. Toda la Iglesia ora y vela por el más pequeño de sus fieles, todos sostenidos por el amor de María y de nuestros custodios. Y, podemos decir que estamos más unidos que antes, porque hemos vuelto a lo esencial, a nuestros referentes, a Dios.
También nos damos cuenta de que tenemos un regalo que tal vez no habíamos usado bien: nuestra libertad interior. No la hemos perdido y ni las peores circunstancias pueden arrebatárnosla, porque está en lo íntimo de nuestro ser y morirá con nosotros. Podemos hacer uso de ella y elegir cómo enfrentamos los temores frente a esta realidad y qué podemos aprender. Confiar nos abre puertas, nos devuelve la alegría. Somos frágiles pero estamos en manos de Dios y acompañados por los nuestros.